miércoles, 13 de octubre de 2010

Lo bello y lo útil

Tenía en mente dedicar este post a las jornadas "Arte + Grandes Eventos", organizadas por el Consello da Cultura Galega con objeto de "analizar la presencia de las artes visuales en los grandes eventos y la dialéctica planteada por las políticas culturales", pero en vista de que los vídeos de las intervenciones no están todavía colgados en la web del CCG, creo que va siendo hora de descartarlo.

Aprovecho, pues, para comentar brevemente un artículo de Stanley Fish para el New York Times, The Crisis of Humanities Officially Arrives, cuyo punto de partida es la decisión del Presidente de la Universidad de Albany de cargarse las filologías francesa, italiana, rusa y clásica, así como los estudios de teatro, argumentando la imposibilidad de mantener estas licenciaturas ante la drástica reducción de la financiación estatal en los últimos años.

La noticia no debería sorprendernos ya que, a la hora de recortar gastos, la cultura y las humanidades son siempre la primera opción: desde el punto de vista del mercado, destinar amplias (o no tan amplias) partidas presupuestarias a la investigación y formación en disciplinas poco "productivas" se antoja absurdo. El problema es la reacción de los de letras, que a menudo entramos al trapo recalcando la supuesta utilidad de nuestras habilidades en el entorno empresarial y aportando decenas de argumentos que, en muchos casos, atentan contra el sentido común. Por mucho que nos amparemos en la idea de que las ciencias humanas confieren una perspectiva muy particular y abierta de las relaciones sociales, la producción simbólica y los procesos comunicativos, por poner algunos ejemplos, entiendo que es un error ver ésta como su mayor virtud. Lo que las hace necesarias, lo que les otorga su especificidad, es precisamente su filiación con todo aquello que es inútil.

Paul Auster expresó esta misma idea, de una manera mucho más elocuente que la mía, en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006:
    "...En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo..."
Recuerda en parte a una conocida frase de Monseñor Bienvenido en Los Miserables: "lo bello vale tanto como lo útil... tal vez más".

No hay comentarios:

Publicar un comentario