lunes, 25 de octubre de 2010

Empresas, tecnología y educación

Acabo de leer, vía @dreig, un post con una visión muy personal del Global Forum Education publicado en el blog Los mundos de yalocin, iniciativa de una profesora de secundaria que, por cierto, cuenta entre sus méritos el haberse liado la manta a la cabeza para instalar por su cuenta y riesgo una distro de Linux en los 40 ordenadores del aula de informática de su centro.

La entrada, digo, trata dos ideas que me parecen muy interesantes:

La primera es que, aunque hablemos largo y tendido de la necesidad de una sustancial reforma en la enseñanza, los alumnos "no pueden esperar ese gran cambio educativo".  Las grandes transformaciones están muy bien, pero las pequeñas acciones, individuales y cotidianas, los pequeños logros en el seno de un sistema claramente imperfecto, son los verdaderamente imprescindibles. No conviene olvidar esto.

En cuanto a la segunda idea... Cito textualmente:

    Se acabó lo que se daba: lo siento, pero no se que pintaban estas empresas hablando en un foro como este ¿su objetivo no es ganar dinero? pues eso. A mi me encantaría que fuese al revés, y estas empresas se sentaran a escucharnos a nosotros, docentes, de cómo pueden colaborar en la educación de nuestros  niños, y nuestras niñas. Me pone muy, muy nerviosa comprobar que , de repente, tengo delante mía a estos señores, que representan a entidades no educativas -no lo olvidemos- diciéndome como tengo que hacer mi trabajo y cómo hay que cambiar la educación ¡por favor! ¡seamos serios!


Pedimos una educación que abra a los estudiantes las puertas del mercado laboral, que los haga productivos y eficientes, que los adapte a las nuevas necesidades de las empresas... Es obvio que no se puede exigir esto sin asumir ciertas concesiones. Sin embargo, no creo que nadie sostenga que los programas educativos deban estar enteramente determinados por la industria: el objetivo es formar ciudadanos, no simplemente trabajadores. Es por ello que la educación no puede ser concebida en función de un criterio estricto de rentabilidad; debe aportar valores, capacidades y conocimientos tan improductivos en términos económicos como esenciales a nivel social y cultural. Estar capacitado para ejercer una determinada profesión no es garantía de que esto se cumpla.

En la primera parte de su artículo ¿Qué importa que la gente crea cosas raras?, Sergio Parra aborda una cuestión aparentemente banal (la creencia en pseudociencia, supersticiones y fenómenos paranormales) para demostrar que estas actitudes aparentemente inocuas pueden ser sintomáticas de importantes problemas. Con objeto de refrendar su razonamiento cita al físico Alan Sokal:

    Y si estoy preocupado por la creencia de la gente en la clarividencia y ese tipo de cosas, es en buena parte porque sospecho que la credulidad en asuntos leves prepara la mente para la credulidad en asuntos graves; y a la inversa: que el tipo de pensamiento crítico que resulta útil para distinguir la ciencia de la pseudociencia puede servir de algo para distinguir las verdades de las mentiras en los asuntos de Estado.


El antídoto contra la superstición es el mismo que permite cimentar una sociedad política y culturalmente activa, y debe estar en la base del sistema educativo: consiste en "cultivar el escepticismo", en palabras de Parra, fomentar el pensamiento crítico, desarrollar una disposición para la interpretación de la información que recibimos. Éste es el fin último, y es aquí donde difícilmente la filosofía empresarial podrá aportar las claves necesarias para redefinir el paradigma educacional. Es importante, claro está, entender el alcance y la naturaleza de las transformaciones tecnológicas, algo que las multinacionales hacen extraordinariamente bien; pero lo realmente necesario es saber qué queremos lograr con la reformulación de la enseñanza en función de estas mutaciones. Las grandes compañías analizan cantidades ingentes de información para detectar tendencias y saber cómo reaccionar ante ellas... con ánimo de lucro, no con afán de contribuir a la formación de una ciudadanía crítica. Esto es de puro sentido común, y no tiene nada de malo siempre que todos lo asumamos.

Cuando, en 1979, US Steel inició una política de adquisiciones para diversificar su actividad empresarial, su Presidente, James Roderick, justificó la decisión de una manera elocuente: "el deber de la administración es hacer dinero, no acero". Nos fascinan los métodos de Google y criticamos las políticas restrictivas de Apple, pero el objetivo de ambas es el mismo: hacer caja. A veces olvidamos esto y creemos que redes sociales, sistemas operativos, tablets o ebooks han sido desarrollados para favorecer el cambio educativo...

El mercado va a seguir produciendo las herramientas y los medios, definiendo un nuevo escenario social. En este sentido, el concurso de representantes de importantes empresas en eventos de este género será interesante y recomendable, pero sólo si se comprende cuál es su aportación y cuál su perspectiva. La interpretación de sus intervenciones y la aplicación práctica de sus ideas siempre debe recaer en los educadores -y no hablo sólo del profesorado,la educación comienza en casa-, los únicos que, en lugar de productores y consumidores, verán alumnos e hijos.

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