viernes, 29 de octubre de 2010

El comisario (segunda parte)

Puedes leer la primera parte aquí.

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Una vez identificadas ciertas actitudes comunes y poco recomendables en el ámbito curatorial, creo que es conveniente reflexionar, desde una perspectiva más constructiva, en torno a algunas cuestiones básicas.

Hasta hace apenas unas décadas resultaba relativamente sencillo gestionar el conocimiento a nivel personal y profesional. Existía un acceso controlado y mediatizado a la información a través de prensa, radio y televisión, la configuración por antonomasia de los mass media. En paralelo, la cultura, o más bien una idea muy concreta de ella, era custodiada por una suma de instituciones: la universidad, el museo, la academia, las industrias audiovisual y editorial (no olvidemos la importancia que mantiene el libro, en tanto que objeto, todavía hoy, como supuesto garante del conocimiento)... Más allá de ellas, el underground... Y eso era todo.

El auge de las (nuevas) tecnologías de la información, la reestructuración del sistema socioeconómico y las transformaciones culturales han dinamitado este contexto, socavando la verticalidad de los procesos comunicativos, progresivamente descentralizados, cuestionando toda forma de autoridad intelectual, estética o política; en paralelo, la omnipotencia del mercado es cada vez más obvia. Bauman define este cambio, de manera elocuente, como el tránsito de una forma sólida a una forma líquida de modernidad: desaparecen las referencias, estructuras y sistemas de valores estables, se agotan las certezas; la cultura, la historia y las formas de relación social dejan de ser unívocas y permanentes; la historia del arte abandona su concepción evolutiva vinculada a la idea ilustrada de progreso.

En este nuevo y dúctil escenario, la figura del comisario se antoja más imprescindible que nunca, pero no en su formulación convencional, como agente encargado de legitimar o enfatizar determinados discursos en el seno de una solemne y mayúscula Historia del Arte y las Ideas Estéticas, sino entregado a la tarea de generar y activar espacios públicos de diálogo, enfrentamiento y disensión.

La vieja noción de comisariado no puede ser desligada de una caduca concepción expositiva, de la muestra en tanto que evento capaz de fijar, asentar, inmortalizar, solidificar, en suma, determinados conceptos en el discurrir de un proceso evolutivo y lineal. La forma clásica de exposición -y de museo, por extensión- se define por su estatismo y unidireccionalidad, características estériles en un contexto en el que las funciones de sanción y conservación adquieren un rol secundario en favor del procesamiento y la interrelación de los contenidos, de la construcción colectiva de la cultura, de la esfera pública.

Ahora, la intervención / producción debe prevalecer sobre la reproducción. Asumir esto supone admitir una evidente crisis del modelo expositivo-museístico clásico, afanado en espacializar los nuevos flujos y procesos creativos, por definición abiertos, en permanente desarrollo y reacios a toda acotación; volcado en la defensa de una concepción aurática de la imagen que parece ignorar su nuevo estatuto digital.

De una tradición que se funda en las nociones de Autor y Obra a una realidad que exige participación y proceso (un proceso efectivo y abierto, no el arte procesual que la institución se encargó de domesticar y canonizar). No parece haber otra vía, considerando que depender del objeto y la firma es condenar la creación al mercado.

La alternativa radica en la interpretación crítica, en la exploración de los intersticios del sistema. La tarea del comisario no debe ser afirmativa, sino interrogativa; no debe reducirse a la "escena artística", sino que debe comprender la producción simbólica en un sentido amplio -atendiendo, especialmente, a las condiciones en que ésta se produce y a los intereses a los que obecede-. En un contexto de sobreabundancia de información y contenidos creativos,  la tarea más necesaria es el análisis y la elaboración de una suerte de cartografía cognitiva -parafraseando a Jameson- que nos dote de herramientas para asimilar e intervenir las diferentes propuestas y nos incite a producir las nuestras.

Desbrozar, contextualizar, cuestionar, promover. El arte no es el único ámbito en que se hace necesario un cambio de paradigma.

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